jueves, 12 de junio de 2014

Sipsnosis:

El centro de La guerra del fin del mundo es un hecho histórico: la insurrección popular, de signo religioso, paradójicamente a la vez revolucionaria y reaccionaria, que se produjo a fines del siglo XIX en las tierras del Nordeste, en el Brasil. El eje de la obra, la espoleta del conflicto es un personaje fanatizado, un enigma eremítico: el Consejero, mostrado siempre en forma alusiva y oblicua, como una especie de cristalización esquinada y adusta del desamparo y el orgullo de unas gentes desheredadas.
A la acción del Consejero, que crea, desde mínimos grupúsculos iniciales, una vasta sublevación, se contraponen otros personajes, ya individualizados, ya vistos como vehículos de intereses o ideales contrapuestos: la vieja aristocracia feudal y legitimista, los políticos que entretejen una malla de dobles tramas, la milicia profesional y, en calidad de testigos, dos seres solitarios, un frenólogo idealista adscrito a las ideas libertarias y un periodista que, como intelectual, sólo podrá rescatar su experiencia narrándola algún día por escrito.
Construida con tanta precisión y belleza como una pieza musical, segura en el complejísimo trazado de las acciones bélicas, nítida en la limpidez de un estilo bruñido y casi invisible, La guerra del fin del mundo es a un tiempo un apasionante fresco de aventuras, una soberbia reconstrucción histórica y una pieza literaria sabiamente trabada, en la que culmina la excepcional trayectoria de Mario Vargas Llosa.
Parábola moral y política sobre la condición humana, La guerra del fin del mundo no es sólo el gran libro de Mario Vargas Llosa, sino también un libro fundamental en la historia literaria del siglo XX, y en la historia mundial de la novela.

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